Opinión Pública

“O aprendemos a vivir juntos, o morimos solos”

La serie “Lost” (Perdidos) estrenada el año 2004, cuenta la historia de un grupo de personas bastante heterogéneas y con visiones muy distintas del mundo, que se ven obligados a convivir abandonados en una isla, mientras luchan por su supervivencia, incluso contra fenómenos paranormales. Uno de lo momento más iconos de dicha serie fue cuando todos los personajes se percataron de que si no colaboraban unos con los otros, y dejaban de lado sus diferencias, estaban destinados al fracaso. “O aprendemos a vivir juntos, o morimos solos” fue la frase épica que el personaje principal les decía a sus compañeros para poder enfrentar las dificultades que los azotaban. Esa frase se convertiría en el ADN de las primeras temporadas de esta serie de culto, ya que evidenciaba la necesidad de la coexistencia entre todos para poder sortear los tiempos complejos que vivían. 

En ese sentido, si llevamos esta lección a nuestra actualidad política, la coexistencia, es sin duda, uno de los valores que cada vez se ve más lejano en nuestra sociedad. La sensación de polarización, y la profundización de diferencias sociales mucho mas transversales que el clásico clivaje de izquierda vs derecha, nos demuestran de que hoy Chile enfrenta una etapa donde se está haciendo muy difícil pensar en coexistir a pesar de nuestras diferencias.

Para nadie debe ser novedad el hecho de que nuestro país esta atravesando uno de los momentos más importantes e inciertos de su historia republicana. Es más, con el pasó de los años, hemos podido ver el peso histórico de la convulsión social de octubre del 2019, la cual pasara a los anales de la historia como el hecho que pone fin a la etapa política que nace con el regreso a la democracia en los 90. 

Con esto se da nacimiento a otra era de nuestra historia política; era que parecer estar marcada por el malestar social, el declive de la vieja guardia, pero por sobre todo la falta de claridad política para dar una respuesta satisfactoria a los desafíos sociales que enfrentamos. Una etapa caracterizada por el desorden, y por la falta de cooperación entre los actores políticos y sociales debido a sus profundas diferencias. 

En esa lógica, uno de los pilares fundamentales de esta nueva etapa ha sido las esperanzas y las expectativas puestas sobre el proceso constituyente. El cual tiene su momento gestacional en un contexto turbulento: la madrugada del 15 de noviembre del 2019, después de casi un mes de algidez social. Y donde debido a esa inédita convulsión, se esperaba que esta respuesta política casi trasversal, pudiera ser la acción de unidad, que fuera el símbolo institucional en el cual el futuro de nuestra republica pudiera descansar. 

Frente a eso, a días del plebiscito de salida de este proceso, parece ser plausible señalar que más allá del resultado del 4 de septiembre, las diferencias al interior de nuestra sociedad parecen ser insoslayable. Mas aún cuando vemos que la composición inédita de la convención constitucional, la cual, por diversos factores, se alejó del balance de fuerzas tradicionales de nuestro parlamento, presentando una composición que parecía asemejarse más a las visiones políticas actuales de nuestra sociedad. 

Sin embargo, si algo podemos aprender del funcionamiento de la convención constitucional, fue la existencia de una nula disposición al dialogo por parte de varios actores de todas las posiciones políticas. Por lo que más que un texto de unidad, la propuesta constitucional nace de la articulación de un grupo dentro de la convención, frente a la incapacidad de cooperación y la inhabilidad de moverse de sus trincheras ideológicas de gran parte de los constituyentes. 

Esto es sin duda una evidencia de que, frente a las complejidades sociales de nuestro país, la respuesta natural de nuestra sociedad es la incapacidad de ponernos de acuerdo y de ser capaces de dejar nuestras diferencias de lado con el fin de poder sortear los desafíos del presente. 

Por lo mismo el futuro no parecer ser alentador, ya que si, además de todo esto agregamos la compleja situación global; la cual parece estar enfrentando su periodo más incierto desde la guerra fría. Donde la inestabilidad producida por la crisis mundial del Covid-19, parece haber despertado al gigante dormido de la geopolítica. Se esta generado un ecosistema propenso a la incertidumbre, a las convulsiones sociales y a la inflación. Junto con esto, no hay que olvidar los desafíos titánicos transversales que enfrentamos como raza humana: el calentamiento global, la escasez de los recursos naturales, la extrema pobreza y condiciones casi inhumanas de las zonas más vulnerables del planeta (solo por nombrar alguno). Todo esto parece estar convirtiéndose en una receta perfecta para un futuro más que complejo. 

Ciertamente, los desafíos que tenemos tanto el presente, como los que se vislumbra en el futuro, son los que definirán la historia de la humanidad en los tiempos venideros. Y en el caso de nuestro país, los desafíos que enfrentaremos son casi tan complejos y difíciles como los que enfrentaron los protagonistas de la serie “Lost” cuando quedaron abandonados en una isla sobrenatural. Es por eso que quizás hoy valga la pena que todos tomemos una lección de humildad, y tratemos de poner en practica el valor de la coexistencia, sobre todo porque frente a las problemáticas actuales, ninguna posición y visión política tiene la respuesta mágica para salir de estas crisis. 

Es por eso por lo que independiente del resultado del 4 de septiembre, pase lo que pase, la necesidad de aprender a escucharnos, a no cancelarnos, a cooperar entre nosotros, a respetarnos, a ayudarnos, pero por sobre todo a trabajar juntos es imperiosa. Nuestro país enfrenta años decisivos para las cosechas del futuro, por lo que avanzar en base de la imposición, de la superioridad moral, y la no inclusión de todas las miradas parece ser receta para el fracaso. Porque gane quien gane, la incertidumbre, la violencia, los problemas económicos y todas las dificultades que enfrentamos como sociedad no se irán a ninguna parte, y solo aprendiendo a enfrentar todos juntos estos desafíos, quizás tenemos la posibilidad de no perecer como sociedad en el intento. 

Lucas Serrano Barraza

Cientista Político Magister en Política Públicas de Universidad de Chile, Docente Universitario, Director Administración Pública Advance USS.

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