República bananera
‘Hay que dejar que las instituciones funcionen’ por muchos años la icónica frase del siempre citable Ricardo Lagos, marcaba la forma en que nuestro poder político le pedía a sus habitantes que confiaran en los procesos del Estado y de sus resultados.
Durante esos años nuestra institucionalidad gozaba del cartel de ser una de las democracia seria y madura, más si comparábamos las realidades institucionales de resto del barrio. Por lo que muchos abrazamos bastante lógicamente la premisa implícita detrás de la frase de Lagos; creíamos tener una institucionalidad robusta, por lo que era obvio confiar en el resultado de sus acciones.
Si hacemos un salto de tiempo a nuestra actualidad, particularmente a esta semana, y nos encontramos con un hecho que puede echar por tierra el mantra republicano de que ‘hay que dejar que nuestras instituciones funcionen.’ Esto debido al bochornoso proceso del cambio de las elecciones que estaban fijadas para este 11 y 12 de abril (las cuales ya habían sido aplazadas por la pandemia).
La razón del problema no radica en cambiar la fecha de los comicios electorales, que sin duda a la luz de los críticos momento sanitarios que vivimos estaba más que justificada. El problema radica en el amateurismo, la poca seriedad y la imprudencia de hacer este cambio oficial, la misma semana en la que estaba fijada la elección.
Uno de los elementos vitales de la administración y la gestión, es la planificación; la capacidad de anteponerse a problemas y buscar soluciones acordes a estos. La idea misma de confiar en nuestras instituciones, radica en la premisa que nosotros podemos confiarles a estas, la solución de problemáticas que como ciudadanos no siempre podemos ver.
Sin embargo, con todos los antecedentes en mano, y con toda la holgura temporal para pensar aplazar las elecciones, nuestro Estado esperó hasta el último minuto posible para aplazar los comicios, despreocupándose de toda la institucionalidad y burocracia asociada a algo tan serio como son las elecciones.
Esto trajo como consecuencia, por ejemplo, que los alcaldes que estaban suspendidos por la campaña, vuelvan por una semana y media a sus cargos, para después quedar suspendidos nuevamente el 15 de abril. Y como la campaña se retomará el día 28 de abril, básicamente esta decisión sobre la hora, va a obligar estar a los alcaldes de vacaciones pagadas entre el 15 que dejan sus funciones y el 28 que retoman la campaña. Y esta es solo uno de los varios dolores de cabeza logísticos que nos pudimos haber ahorrado de tomar esta decisión, por ejemplo, antes que comenzaran las campañas oficialmente.
Cuando ya llevamos más de un año en pandemia, para ningún Estado del mundo debería ser sorpresa que se deban suspender actividades, incluso tan importante como las elecciones por motivos sanitarios. Sin embargo, es impresentable que teniendo ya esta experiencia y conocimiento esperemos, como buen chileno, al último momento para cambiar las elecciones. Por lo que lo único que uno puede hacer es rogarle a nuestro Estado, que de cara a la nueva fecha de estos comicios (15 y 16 de mayo), no vuelva a dar la nota baja, y no espere hasta un par de días antes para preguntarse si debe o no cambiar las elecciones. Más que mal somos en teoría una república democrática seria, y no una de esas democracias inestable de la cual nos encanta sentirnos superiores.
Cientista Político Magister en Política Públicas de Universidad de Chile, Docente Universitario, Director Administración Pública Advance USS.