Las heridas del golpe que Chile no quiere cerrar
El 2014 el artista Andrés Cruzat, publicó un fotomontaje titulado “La Persistencia de la Memoria”, en donde sobrepone fotografías icónicas de la dictadura militar en escenas cotidianas de la capital (ver galería de fotos). Al año siguiente, Cruzat publicó un trabajo similar llamado “Los años ochenta, entre el horror y la esperanza” (ver galería). Imágenes que adjuntamos e invitamos a ver en la galería.
Al ver por primera vez estas imágenes pasé varios minutos viendo cada una de estas fotos y pensaba en el Chile de ayer y de hoy y los efectos del golpe de militar de hace más de 40 años en nuestra sociedad actual.
Me considero de centroderecha. El marxismo no es el camino para la sociedad ideal en la que yo quiera vivir. No creo en absolutos políticos, pero creo que la administración de Allende no fue buen gobierno. Pero hay cosas que van más allá de la política y que nada tienen que ver con querer un Estado más chico o más grande. Hay cosas que tienen que ver con la humanidad.
Es verdad, no podemos vivir del recuerdo de lo que pasó hace más 40 años, pero no me permito entender que luego de más de cuatro décadas aún no se revele la verdad de todos los hechos, que no se haya aplicado la justicia a los culpables de violaciones a los derechos humanos, y que por ese motivo exista una polarización política tan primitiva en Chile.
Mi visión y opinión es que, en ese momento de la historia, una intervención militar era totalmente predecible, todas las fuerzas políticas lo esperaban y era inevitable. Era necesario que alguien, de alguna manera golpeara la mesa y diera un vuelco de timón y lo hizo el que tenía más fuerza en ese momento. A mi modo de ver, es muy difícil encontrar inocentes entre los que actuaron en ambos bandos. Sin duda el Chile que tenemos es gracias y por culpa de ambos. Que Dios juzgue quien fue más justo que el otro.
Creo que el permanecer mirando hacia atrás convertirá a este país en una estatua de sal, fría e incapaz de avanzar. Pero las culpas que este país lleva sobre sus hombros son demasiado pesadas como para correr un tramo considerable sin caer desplomado. Las brutalidades cometidas se han convertido en rocas en el zapato que insistimos en dejarlas ahí mientras cojeamos en un país desigual en cuanto a la justicia.
Chile es aún un país cautivo de su pasado inconcluso que, consciente o inconscientemente, no quiere resolver por miedo al futuro. Por mientras, se siguen enseñando a grupos de chilenos a odiar a otros chilenos. Por mientras, los hilos políticos y sociales se tensan y amenazan con romperse. Por mientras, el «milagro económico chileno» amenaza con acabarse. Inevitablemente el país herido es afectado en un todo.
Una persona con errores pasados no resueltos no podrá progresar en su vida de la misma manera que si los tuviera solucionados. Inevitablemente tendrá sufrir sus consecuencias y penas adicionales a no ser se arrepienta y cambie. Chile tiene un proceso de arrepentimiento pendiente en cuanto a las violaciones de derechos humanos. Un proceso que Chile no ha vivido, que ha aplazado indefinidamente, tratando de silenciarlo, y que le ha llevado a sufrimientos innecesarios.
El dolor de las heridas de los miles de detenidos por motivos políticos, los exonerados, los asesinados y los detenido desaparecido y sus familias, para muchos no han sanado porque Chile sigue abriendo una y otra vez esas heridas al no conocer la verdad y aplicar la justicia que terrenalmente nos corresponde. El silencio cobarde e impune de algunos cuantos es el culpable de que en Chile aún tengamos que volver a recordar, volver a sufrir y volver escribir y leer columnas de este tipo.
Tengo fe en que Chile algún día tendrá el valor para ser libre de culpas de las atrocidades del pasado, libre de ver su pasado sin rencor, sin remordimiento, sin orgullo y sin miedo. Aún nos queda mucho por aprender y hacer.
Periodista, esposo, padre. Penquista erradicado en Santiago que no logra desligarse de su natal Concepción. Creyente y director de faroalasnaciones.com.