¿Qué es el Estado?
Frente a los turbulentos tiempos actuales, sin duda alguna la política y las teorías de las ciencias sociales han sufrido constantes espolonazos que nos han llevado a muchas veces cuestionar los cimientos mismos de esta área del conocimiento.
Porque la verdad en ciencias sociales parece haber una sola gran pregunta de la cual se desprenden todas las demás: ¿Qué es el Estado? De la respuesta a esta interrogante se construye un tejido social complejo que sostiene nuestra vida en sociedad. Es casi milagroso ver como esta creación humana llamada Estado, hoy esta tan arraigada en nuestro ADN, ya que de este concepto se desprenden los países, las instituciones, las leyes, incluso los derechos y deberes.
Por eso quizás entre tanta contingencia, política basura, discusión simplona y manipulación social, vale la pena volver al punto germinal del debate social y preguntarnos ¿Qué es hoy el Estado? O a lo menos preguntarnos si todos estamos entendiendo lo mismo cuando respondemos a esa pregunta.
La verdad es que el problema parece radicar en las distintas respuestas que puede tener esa pregunta. Porque aun cuando el Estado es la construcción social mas importante de todas, diversas cosmovisiones existen sobre en qué consiste realmente esta idea. Existen aquellos que creen que el Estado debe ser temido; ser un Leviatán, que debe por cualquier medio resguardad la seguridad, y la paz. Existen otros que dicen que el Estado esta para resguardar ciertas libertades y la propiedad privada, pero que su poder no puede ser absoluto. Están incluso los que creen que el Estado no es más que un medio de opresión por parte de los poderes dominantes de la sociedad.
Estas son algunas de las respuestas más clásicas que existen a la pregunta ya planteada, sin embargo, variantes parecen haber tantas como perspectivas sobre la vida misma, incluso llevando a declarar a un Rey que el Estado era él. Y aun cuando hay cierto conceso en la versión Weberiana sobre qué es el Estado (el monopolio del uso legítimo de la fuerza), ciertamente los problemas de gobernabilidad y el alza de movimientos sociales han puesto una capa de duda sobre la suficiencia de esta visión como la articuladora para resolver estas dinámicas sociales.
Parece sensato entonces recordar que aun cuando es muy sofisticado y necesario, el Estado sigue siendo un invento, algo no necesariamente natural, donde quizás una de sus únicas verdades es la contraposición de no tener un Estado. La anarquía, el desorden, la falta de sociedad son las principales consecuencias de vivir en el estado de naturaleza, donde la figura del Estado no existe, donde impera la ley del más fuerte.
Traigo esta reflexión a colación para recordar lo frágil que esta construcción social, ya que se sustenta en la idea de que todos validemos, y aceptemos su poder, además de su impacto sobre nosotros. Sin embargo, cuesta no creer que hoy la sociedad parece dar por sentado este eslabón fundamental de la comunidad humana. Le exigimos como si fuera una lampara mágica, y poco hacemos para proponer soluciones serias y colectivas frente a los problemas de la actualidad. Nos atrincheramos en histerias colectivas e ideologías simplista, pero no nos damos el tiempo de analizar el complejo balance que mantiene vivo al contrato social.
Sin duda alguna los tiempos en que vivimos son aquellos donde la ciudadanía más exige de sus Estados en la historia de la humanidad: exigen educación, salud, bienestar, equidad, inclusión, seguridad, y la lista parece nunca acabar. Y frente a esta evolución lógica de las demandas sociales y adquisición de derechos, cabe hacerse la pregunta si el Estado tiene la capacidad de responder a todo esto, más cuando en sus inicios eran bastante menos complejos los beneficios que debía asegurar. Hoy se exige un desempeño ideal del Estado, más que uno real quizás.
Por eso es de menester preguntarse si como sociedad sabemos qué es el Estado, y lo frágil que es. Sabremos que, si esta entelequia llega a colapsar, lo caótico que seria para la sociedad, y si entendemos que el Estado no es un ente mágico, sino que se alimenta de las mismas personas de la sociedad y su esfuerzo. En otras palabras, el Estado no es un ente todo poderoso, que puede aguantar cualquier embate populista o ideológico.
Y antes eso vuelvo a la necesidad de la pregunta de origen, de cómo las sociedades hoy en lo liquido y cambiante de la modernidad necesitamos tener una conversación sobre qué es el Estado. Pero sobre todo entender que su fracaso es un riesgo latente más con los problemas de la democracia moderna, y que es necesario entender sus limitantes si queremos que se proyecte a futuro.
Por lo mismo es trascendental que le exijamos a quienes también son elegidos por la voluntad general que permitan elevar el debate, y nos permiten tener una conversación seria (y urgente) de qué es lo que estamos entendiendo por Estado, y que esperamos de este. También exigirles que cuiden la institucionalidad que es la encarnación de esta construcción social. Esto ya que al final el verdadero poder del Estado descansa en la validación que sus componentes tienen por parte de la ciudadanía, y cuando esta validación se pierde, también se pierde el poder del Estado sobre la vida en sociedad y la armonía social, dando paso así a un caótico estado natural.
Cientista Político Magister en Política Públicas de Universidad de Chile, Docente Universitario, Director Administración Pública Advance USS.