El trabajo invisible “cuidar es trabajar”
El cuidado es la entrega cotidiana de bienestar a una persona en situación de dependencia y abarca apoyo en las actividades diarias, como porejemplo ayudar a comer, vestirse, asearse, desplazarse, ir al médico, entre otros. Generalmente lo realiza un familiar de manera no remunerada, y en gran medida,son mujeres quienes asumen este rol por motivos culturales, reproduciendo así los estereotipos de género.
En muchos países hay un claro déficit de lugares adecuados para los cuidados, lo que provoca una falta de atención de las necesidades de niños, niñas y adolescentes, adultos mayores y personas en situación de dependencia.
No existe una gran disponibilidad de centros especializados para este cuidado o son muy caros, conllevando a que las mujeres llenen ese vacío, debiendo dejar de lado estudios o trabajo.
El cuidado asume una connotación de feminización e inequidad, donde el perfil típico de las personas que asumen el papel de cuidadoras es el de una mujer sin empleo, de menos nivel educativo o es familiar directo. Un modelo familiar basado en la división sexual del trabajo, reproduce el rol de las mujeres en la que comúnmente recae la reproducción y asistencia de las demás personas.
Esto genera consecuencias negativas en las mujeres, afectando su participación laboral remunerada decente, salud física y mental.
El Estado transfiere cada vez más esta responsabilidad de cuidado de una persona en estado de salud crítico o crónico, de dedicación exclusiva a la familia, sin ningún reconocimiento social ni económico. Éstas son las encargadas de proveer el cuidado y alimentación de este grupo y sin esta labor la economía se detendría.
Según la CEPAL y ONU Mujeres, desde antes de la pandemia, las mujeres de la región latinoamericana dedicaban el triple de tiempo (hasta 6 horas más que los hombres), al trabajo de cuidados no remunerado. A consecuencia de la pandemia, este número de horas ha aumentado (7,7 horas), lo que equivale a tener casi un segundo empleo.
En Chile, la Asociación de cuidadores no remunerados de personas con dependencia, luchan por el reconocimiento del trabajo de cuidados y por vivir una vida digna.
El trabajo que permite que otros vivan, que otros trabajen y que sigan creciendo profesionalmente no se paga y no se reconoce.
Las mujeres hemos debido pelear por cada derecho; derecho a voto, derecho a trabajar fuera de la casa, derecho a participar en la política, derecho de paridad y equidad, y aún luchamos por el derecho al reconocimiento del cuidado como un trabajo.
Esta labor aumenta a pasos agigantados, con nulas políticas públicas, ha llevado a que mujeres precaricen aún más sus condiciones de vida, por un lado están las que deben postergarse profesionalmente, renunciando a trabajos remunerados, renunciando a la vida social y al tiempo libre de calidad, y muchas otras que venían con una mayor desventaja (desempleadas), acentúa una pobreza aún mayor, porque cuidar a una persona dependiente no solo causa un cansancio físico y mental, sino también es invertir en mejorar la infraestructura del hogar (más espacio, camas especiales, máquinas, aumentos en las cuentas de luz a causa de máquinas, comprar oxígeno en muchos casos, entre otros), generando una baja en los ingresos familiares.
De acuerdo a un estudio de ComunidadMujer, estimó en 44 billones al año el valor económico del trabajo doméstico y de cuidado que no es remunerado en Chile. Un 67% corresponde a mujeres, subsidiando el desarrollo de nuestro país.
La mujer asume el cuidado como un compromiso moral, natural y marcado por el afecto.
Urge entonces dar celeridad a proyectos como “sala cuna universal” que lleva años durmiendo en el congreso y así incrementar la oferta de cuidado infantil de calidad; mejorar las políticas de licencias de maternidad y paternidad y promover esquemas de trabajo flexible que permitan que más mujeres puedan insertarse o reinsertarse al mercado laboral.
Para las cuidadoras y cuidadores informales valorizar este trabajo, acompañado de políticas sociales que los protejan por lo menos en salud y previsión social, acompañamiento psicológico y espacios de esparcimiento adecuados para evitar tantos casos como el Síndrome del Cuidador.
El trabajo invisible existe, y es más numeroso de lo que se cree, es tiempo de visibilizarlo y darle el reconocimiento que se merece.
Trabajadora Social de la Universidad de Concepción, ha trabajado en el sector público ejecutando programas de SernamEG y actualmente en el mundo corporativo en mentorings con temáticas de equidad de género.
Jefa de proyectos área de género e inclusión social, Observa Biobío.