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La abstención como problema y como resultado

La última elección presidencial tuvo resultados sorpresivos en primera vuelta y en la definición de diciembre. La repartición de los votantes en primera vuelta sorprendió a varios analistas; Beatriz Sánchez obtuvo un 20% de los votos, casi arrebatándole el paso a segunda vuelta al candidato de la Nueva Mayoría, Alejandro Guillier. En el ballotage, Piñera se impuso con una distancia sorpresiva, ganando por aproximadamente nueve puntos porcentuales.

Probablemente, este resultado inesperado, ocultó otro que lamentablemente, ya no es sorpresivo. Menos de la mitad -entre quienes podían ir a votar- lo hicieron, y es de vital importancia averiguar por qué se decide no ir a votar y cómo se enfrenta este problema desde el sistema político (si es que se enfrenta y si es que se le considera un problema).

Es cierto que la participación política supera con creces el acto de votar, “sin embargo, hay que tener cuidado de no confundir lo que es insuficiente con lo que es irrelevante. Dentro de cualquier definición de democracia, votar sigue siendo una condición necesaria, así como una forma fundamental de participación política. Desde un punto de vista individual, la votación es la única forma que combina tres características excepcionales: universalidad de acceso, igualdad de influencia y un carácter privado e irresponsable” (Anduiza, 1999).

Ese será el foco de este breve ensayo: Tratar de dilucidar como la abstención es vista de una forma por el sistema político, sin atacar las verdaderas motivaciones del abstencionista, y cómo la abstención es responsabilidad de un sistema político, que actúa en función de un diagnóstico que responsabiliza al potencial votante por no hacer uso de su derecho.

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Observatorio de Políticas Regionales

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